Créase o no, cada vez son más quienes pagan para hospedarse en prisiones, antiguas o remodeladas. Claves de un nuevo boom turístico que hace culto de lo insólito y la extravagancia.
Muy pocas personas desearían pasar noches privados de su libertad, pero esto se ha convertido en un fenómeno en sí mismo, ya que las prisiones remodeladas son la nueva moda en el mercado hotelero. Muchas cárceles de diversos países del mundo han mutado para ser hoteles de lujo donde convive el mayor confort con la historia del lugar y la gente que la habitó.
El nudo de la cuestión es que casi todo edificio puede convertirse en un hotel y las prisiones poseen muchas de las características que este tipo de alojamientos demandan. La construcción resistente, la gran cantidad de espacio estructurado en forma funcional y los ambientes bien diferenciados la hacen ideal para hospedar a grandes cantidades de gente.
En la mayoría de estos nuevos hoteles las rejas han desaparecido y lo que permanecen son los típicos pasillos y las celdas transformadas en habitaciones, obviamente todo con un toque de estilo y glamour para recibir a los más exquisitos huéspedes.
La Charles Street Jail en Boston es uno de los casos más emblemáticos. Esta institución fue una cárcel modelo a principios del 1800 y fue cerrada definitivamente en los ‘90. Hace algunos años renació de las cenizas, pero para hospedar a personas que buscan el lujo de un hotel 4 estrellas en un edificio con historia. En el corazón de un castillo de casi mil años en Oxford, Inglaterra, fue instituida una prisión en el siglo XIX.
Hoy en día este imponente edificio fue convertido en el Hotel Malmaison, un complejo con habitaciones, departamentos, restaurantes y bares. La infraestructura de la antigua cárcel salta a la vista, aunque las habitaciones y el interior han sido refrescados y remodelados para brindar confort y lujo a los visitantes.
Otras instituciones penitenciarías incursionaron también en el turismo, aunque con otro perfil: mantienen las rejas y las habitaciones se montaron en las antiguas celdas, apenas remozadas. Así, funcionan como albergues u hoteles baratos, muy lejos del lujo.
Por ejemplo, la prisión de Mount Gambier en Australia cerró hace algunos años, pero casi todo permanece igual. Hoy en día funciona como un albergue para mochileros o personas que viajen con poco presupuesto. Sin duda es una experiencia única, porque el lujo no existe y las rejas permanecieron, lo que le da un sabor especial a la estadía. Más allá de dormir en una celda, el servicio es bueno.
La cárcel de Luzern, en Suiza, construida en el siglo XIX y cerrada hace casi una década, sigue en la misma línea: ahora alquila sus celdas a turistas. Pagando algunos euros más se puede dormir en la biblioteca del ex director de la prisión, que fue remodelada y convertida en una habitación de lujo. La biblioteca sigue teniendo todos los volúmenes originales de la penitenciaría y los huéspedes tienen permiso para investigarlos.
El Hi-Ottawa Jail Hostel en Canadá ofrece una versión demasiado realista de lo que sería pasar una noche en la cárcel. Los turistas duermen en las celdas o en las camas de la enfermería del lugar.
Si se quiere lograr una estadía más placentera, está la posibilidad de subir al octavo piso para ver la sección sin renovar del edificio, donde todo quedó exactamente como el día en que cerraron el lugar, que operó como institución carcelaria por más de 100 años.
Más información:
Fuente: todoparaviajar.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario